Alimentación en Insuficiencia Renal Crónica

  • 19 de Noviembre del 2014
  • 2 min de lectura

La insuficiencia o enfermedad renal crónica es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de la funcionalidad del riñón de manera progresiva e irreversible, es decir, que los riñones van dejando de funcionar lentamente hasta que, al final, dejan de ser útiles para el organismo.

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Este tipo de alteraciones representan un grave riesgo para la salud ya que los riñones son órganos vitales, que no sólo eliminan líquidos y sustancias de desecho, sino que tienen otras funciones que mantienen un equilibrio en el organismo.

Entre sus principales funciones destacan:

  • Mantener en equilibrio el contenido de agua del organismo.
  • Eliminar los residuos de la sangre procedentes de las células del organismo y de los alimentos que comemos.
  • Ayudar a mantener las sustancias químicas del organismo en equilibrio.

Además de actuar como filtro, en los riñones también tiene lugar la síntesis de diferentes hormonas y compuestos que regulan: el control de la tensión arterial a través de la regulación del sistema renina-angiotensina, la síntesis de la vitamina D, la formación de hematíes (glóbulos rojos) mediante la creación de la eritropoyetina.

Cuando por alguna razón la función renal se altera y los riñones empiezan a no funcionar correctamente, tienen lugar diferentes alteraciones como son un aumento anómalo de la tensión arterial, la aparición de anemia por deficiencia de hierro o una incorrecta mineralización y mantenimiento de la masa ósea.

Además, es frecuente la falta de apetito y la aparición de cierto grado de desnutrición, especialmente en el caso de los niños.

Por todas estas razones, es recomendable consultar con un profesional sanitario que ayude a equilibrar la dieta y a evitar posibles carencias nutricionales.

En general, las principales características que debe seguir la alimentación de una persona con insuficiencia renal crónica son:

  1. Controlar de la ingesta de proteínas, para reducir la carga renal que comporta su metabolismo.
  2. Aumentar el consumo de grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas, y reducir el aporte de grasas saturadas, debido a la mayor predisposición a enfermedades cardiovasculares.
  3. Aumentar la ingesta de hierro, vitamina D y calcio.
  4. Controlar el consumo de potasio y de fósforo.
  5. Regular la ingesta de líquidos, dependiendo de la tensión arterial y la retención de los mismos.

Conseguirlo no siempre es fácil, y además hay que tener en cuenta que la alimentación debe seguir siendo lo más variada y equilibrada posible, por lo que insistimos en que la mejor opción es acudir a un especialista en nutrición y/o nefrología que ayude a lograrlo.

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