Qué hacer con los tardones

  • 15 de Octubre del 2014
  • 3 min de lectura

Junto con el “no come nada”, el “tarda más de dos horas en comer” es la queja más frecuente de los padres con respecto a la nutrición de sus hijos. Es cierto que comer despacio es un hábito saludable, sin embargo, cuando un niño sobrepasa el límite normal de tiempo que se debe tardar en comer, se vuelve inconveniente y puede favorecer la aparición de carencias y desequilibrios en la dieta.

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Si bien es cierto que comer despacio permite saborear y apreciar mejor los alimentos, así como tener mejores digestiones y adquirir actitudes correctas con respecto a la comida, también es cierto que tardar más de una hora en desayunar o de dos en comer no es bueno para el niño, además de agotar la paciencia de sus padres.

Un niño que tarda mucho en comer puede hacerlo porque está tratando de llamar la atención, porque reclama que estemos a su lado todo el tiempo, porque se distrae fácilmente o porque no le gusta la comida que le has preparado. Sea cual sea la causa, está retasando el proceso de digestión y perdiendo el apetito de cara a la siguiente comida, con el consiguiente riesgo de que acabe saltándosela. De hecho, es muy habitual que los niños que tardan mucho en comer no merienden o que lo hagan mal, pudiendo afectar también a la cena, lo que perjudica su equilibrio nutricional.

Por lo general, aunque no hay que llevar un cronómetro, los niños deben tardar entre 20 y 30 minutos en desayunar y merendar y entre 35 y 45 en comer y cenar. Si algún día puntual tardan más porque están excitados o menos hambrientos, no pasa nada, pero hay que intentar respetar estos intervalos.

Consejos para no alargar las comidas

- Avísale de que la hora de comer se aproxima y adelántale lo que haréis después, siempre y cuando acabe a una hora razonable.

- Elimina las distracciones (televisión, juguetes…).

- Ten en cuanto que, cuanto más pequeño sea, más tarda en masticar, tragar y necesita más tiempo para comer.

- Establece un horario en función de su edad y de sus circunstancias, no de las tuyas.

- Las características del alimento influyen en la velocidad a la que el niño come. Es decir, no es lo mismo comer un puré de verduras que un filete de ternera.

- Procura que beba agua entre medias para aumentar la salivación y hacer que la masticación y la deglución sean más sencillas.

- Comer en familia o al menos sentarse con él a comer es fundamental para evitar que las comidas se eternicen.

- Aunque no pongas un reloj, hazle saber que hay un tiempo limitado para comer.

- Si tarda mucho más de la cuenta, levantaos de la mesa y hacer lo que estuviera programado para después, sin enfados ni regañinas pero sin dejarle participar hasta que acabe.

- Alábale cuando coma a buen ritmo. El refuerzo positivo funciona mejor que los castigos.

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