La angustia del octavo mes

  • 21 de Octubre del 2015
  • 4 min de lectura

La angustia del octavo mes o angustia por la separación es una fase característica del desarrollo de los bebés. Aunque es una etapa muy cansada para los papás se trata un fenómeno transitorio de la maduración psicológica de los niños.

Alrededor de los 8 meses, a veces antes o después, comienza una complicada etapa en el desarrollo de los más pequeños: la angustia por la separación. Se trata de una fase caracterizada por los llantos y enfados de los bebés ante la idea de tener que alejarse de sus padres o figuras de referencia. Se trata de un proceso de maduración psicológica que, junto a otros factores, causa una importante preocupación en los niños.

¿Por qué ocurre esto?

Alrededor del octavo mes, aproximadamente, los bebés empiezan a reconocer las caras más habituales de su entorno y a percibirlas como algo externo a ellos. Antes de esta fase, los pequeños no estaban capacitados para diferenciar su propio cuerpo del mundo exterior, lo percibían como un todo.

Tras este proceso de maduración psíquica empiezan a ser conscientes de que si los padres no forman parte de ellos mismos, puede que no aparezcan siempre que tengan necesidad; cada momento de separación se convierte en algo angustioso por la posibilidad de abandono que perciben. Puede explicarse como un instinto de supervivencia por el que los niños temen por si sus necesidades básicas van a dejar de estar cubiertas.

Además, pasados los ocho meses hay algunos cambios más en el desarrollo de los pequeños: empiezan a gatear y cada vez adquiere más importancia la alimentación complementaria. Aunque por un lado disfrutan de esta pequeña libertad, también lo pasan mal porque la independencia asusta.

Otro factor que interviene es que aún no son conscientes de los conceptos espacio y tiempo, es decir, no perciben la diferencia entre diez minutos o una hora, ni comprenden que lo que no está dentro de su ángulo está en otro lado que no ven. Así que si mamá se ha ido a comprar el pan puede que no vaya a volver nunca.

Lo importante para superar esta fase es no agobiarse y ser conscientes de que es un proceso de maduración por el que es necesario que pasen. Los papás deberán estar preparados para los llantos continuos, incluso cuando se les deje con personas con las que antes sonreían como los abuelos o los tíos. Asimismo, durante la noche seguramente tengan más pesadillas. En cualquier caso, es un periodo transitorio que durará desde unos días hasta unos meses, dependiendo del niño.

Algunas ideas para ayudar al bebé

Durante esta fase los pequeños lo pasarán bastante mal así que la tarea de los padres será intentar aliviarles para que el proceso sea lo más tranquilo posible:

  • Lo primero es consolar a los pequeños cuando les dé uno de estos ataques de angustia. Si cuando empieza el llanto se les deja solos, confirmarán su angustia de que nadie acude en su ayuda. Dejándoles llorar no conseguiremos que se tranquilicen.
  • Una buena idea es hacer con los niños pequeños ejercicios de entrenamiento: los padres se van de la habitación y vuelven al ratito, así los pequeños empezaran a darse cuenta de que aunque no les vean no tienen por qué haber desaparecido para siempre. Un juego bastante efectivo es el cucú-tras (esconderse y aparecer rápido).
  • Si por necesidad hay que dejarles al cuidado de otras personas, una buena idea es permanecer un ratito todos juntos para que los pequeños empiecen a coger confianza. Si se les deja con un completo desconocido puede que la angustia y el llanto sean muchísimo peores.
  • Durante las noches los llantos serán frecuentes, especialmente cuando se despierten y no vean a los padres cerca. En vez de sacarles de la cuna bastará con asomarse y decirles algunas palabras tranquilizadoras. Así se evitarán alteraciones en el sueño y que los pequeños se acostumbren a dormir en brazos. 
  • No hay que irse a escondidas ni engañar a los pequeños pues esto solo confirmará sus temores, que sean más desconfiados y que la espera les parezca eterna.
  • Los pediatras aconsejan que los padres fomenten el apego que muchos niños empiezan a desarrollar hacia objetos que son especiales para ellos, de esta forma, cuando se les vaya a dejar se sentirán más tranquilos al estar con ese peluche al que tanto quieren. 
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