Todos hemos oído a nuestros padres decirnos que hay que lavarse las manos a menudo. Y cuando nos convertimos en padres, somos nosotros quienes se lo repetimos a nuestros hijos. Incluso hay un Día Mundial del Lavado de Manos para incidir en la importancia de este hecho. Pero, ¿Sabes por qué hay que lavarse las manos a menudo?
Según la Guía del Día Mundial del Lavado de Manos que se celebra cada año el 15 de octubre, lavarse las manos con jabón reduce las tasas de diarrea en menores de 5 años en un 50%, y las de las infecciones respiratorias agudas, en un 25%.
Solo estas cifras ya demuestran lo importante que es lavarse las manos adecuadamente y con frecuencia para evitar el contagio de ciertas enfermedades. De hecho, siempre que se habla de cómo prevenir un contagio, uno de los puntos claves es lavarse las manos, sobre todo después de estar en contacto con personas enfermas.
Pero aunque casi todo el mundo sabe que lavarse las manos es importante, lo cierto es que todavía es un hábito poco enraizado y que hacemos muy de vez en cuando. Según los expertos es obligatorio lavarse las manos en lo que ellos denominan “momentos críticos”: después de ir al baño, tras cambiar el pañal a un bebé, antes de cocinar o manipular alimentos, si hemos tocado animales o hemos hecho labores de jardinería y después de estornudar o toser, si nos hemos llevado las manos a la boca.
Asimismo, este lavado debe ser completo, es decir, durar al menos 20 segundos, incluir las muñecas, frotar bien entre los dedos y por debajo de las uñas y enjuagarse y secarse correctamente.
Es esencial que inculquemos este hábito a nuestros hijos desde que son bebés. Aprender a lavarse las manos correctamente y con frecuencia puede evitar muchos contagios a nuestros hijos.
Enséñale cómo hacerlo y predica con el ejemplo. Además, crea una serie de rutinas que el niño pueda interiorizar para que se acostumbre a lavarse las manos al llegar a casa de la calle, antes de las comidas o después de ir al baño. Si lo hace desde pequeño, no se olvidará nunca de hacerlo.
Etapa vital