La noche de las vacas locas: por qué tu bebé no para de llorar

  • 16 de Octubre del 2025
  • 5 min de lectura

La llamada noche de las vacas locas desconcierta a muchas familias justo cuando menos lo esperan: la segunda noche tras el parto. Después de un primer día en calma, el bebé se muestra inquieto, llora sin parar, pide el pecho sin descanso y parece rechazarlo a la vez. Este comportamiento suele interpretarse como señal de hambre o de que “algo va mal”, cuando en realidad responde a un mecanismo natural que prepara al cuerpo de la madre para la producción de leche.

Lejos de ser una anomalía, esta crisis cumple una función biológica muy clara, que consiste en activar la subida de la leche mediante la estimulación continua del pecho durante la noche, justo cuando los niveles de prolactina son más altos. Conocer esta fase ayuda a evitar decisiones precipitadas —como ofrecer un biberón— y permite vivirla con más calma, confianza y seguridad.

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¿Qué pasa durante la noche de las vacas locas?

La noche de las vacas locas suele sorprender a muchas familias. El bebé que parecía dormilón y tranquilo en su primer día de vida se transforma en alguien que llora, no se despega del pecho y parece rechazarlo al mismo tiempo. Este comportamiento suele empezar al anochecer del segundo día y puede prolongarse durante horas, a veces hasta la madrugada.

La diferencia con la primera noche es radical. En las primeras 24 horas, muchos recién nacidos duermen profundamente tras el esfuerzo del parto y apenas muestran señales de hambre. Pero en la segunda noche, su sistema neurológico está más despierto y responde con una intensa necesidad de contacto, succión y cercanía.

Este episodio no indica ningún problema de salud. Es un patrón habitual y necesario que se repite en la mayoría de los bebés. Su llanto persistente, la demanda constante de pecho y la aparente agitación tienen un sentido fisiológico que veremos en el siguiente apartado.

La noche de las vacas locas comienza generalmente en el segundo día de vida.

Por qué ocurre esta crisis en la segunda noche

Todo lo que ocurre durante la noche de las vacas locas tiene una explicación fisiológica. En las primeras 48 horas tras el parto, el cuerpo de la madre atraviesa una transformación hormonal acelerada. Mientras los niveles de estrógenos caen en picado, la hormona prolactina alcanza su punto más alto, especialmente durante la noche. Esa es la señal biológica que el bebé capta instintivamente. Es el momento de estimular el pecho, sin parar, para asegurar la producción de leche.

Esto no significa que tenga hambre en el sentido tradicional. El calostro —el primer alimento— es suficiente para su pequeño estómago, que apenas tiene el tamaño de una cereza. Lo que hace el bebé, en realidad, es desencadenar la subida de la leche cuanto antes, aprovechando los picos nocturnos de prolactina. Por eso pide, pide, y vuelve a pedir pecho, incluso cuando parece estar agotado.

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Lo que sí ayuda (y lo que no)

La noche de las vacas locas no necesita soluciones, sino acompañamiento. Saber qué hacer —y qué no— puede marcar una gran diferencia tanto para el bienestar del bebé como para la tranquilidad de quienes lo cuidan.

Lo que sí ayuda:

  • Ofrecer el pecho a demanda sin preocuparse por horarios ni duración. La succión continua es lo que activa el proceso natural de producción de leche.
  • Permanecer en contacto piel con piel, que regula la temperatura del bebé, estabiliza su respiración y favorece la producción de oxitocina y prolactina.
  • Crear un ambiente tranquilo, con luz tenue y silencio, para facilitar el descanso y no alterar el ritmo hormonal nocturno.

Lo que no ayuda:

  • Dar suplementos o biberones por iniciativa propia. Si el bebé mama bien y no hay indicación médica, no necesita más.
  • Interpretar el llanto como señal de que “no tengo leche”. En esta etapa, el calostro es suficiente y el llanto no indica falta de alimento.
  • Ceder a comentarios externos bienintencionados pero erróneos. Frases como “este niño se queda con hambre” solo generan más inseguridad.

Aquí la clave está en comprender el sentido de lo que ocurre y acompañar al bebé con paciencia, sin interferencias.

Durante la noche de las vacas locas, el bebé pide el pecho constantemente.

La importancia de conocer esta etapa

Cuando nadie te ha hablado de la noche de las vacas locas, es fácil caer en la duda. Muchas madres piensan que su leche no es suficiente o que el bebé no se sacia. Y esa incertidumbre lleva a decisiones precipitadas, como ofrecer un biberón, espaciar tomas o introducir un chupete. Todo ello puede interferir en el inicio de la lactancia materna.

Conocer esta fase cambia el enfoque. Entender que el comportamiento del bebé responde a un patrón normal y esperado —aunque agotador— evita muchos errores. La segunda noche no es un fallo de nadie. Es el cuerpo del bebé haciendo su parte para que la producción de leche se active cuanto antes.

También influye el entorno. Cuando el acompañamiento es adecuado, las familias se sienten más seguras y menos vulnerables. Y cuando el personal sanitario informa bien, se reduce el riesgo de abandonar la lactancia por una falsa alarma.

Conclusión: la noche de las vacas locas es un paso necesario

La noche de las vacas locas no es una excepción ni una señal de alarma. Es la primera gran adaptación del recién nacido fuera del útero, y también el primer reto para quienes lo acompañan. Su llanto, su necesidad de pecho constante y su aparente agitación no son errores del sistema, sino el sistema funcionando como debe.

Saberlo a tiempo puede evitar miedos innecesarios y proteger algo tan valioso como el inicio de una lactancia materna sólida y natural. No se trata de resistir esa noche como si fuera una batalla, sino de entender su función y vivirla con confianza.

Con paciencia, información y apoyo, lo que empieza como una noche interminable se convierte en un paso clave hacia el vínculo, la nutrición y el bienestar de ambos: bebé y madre.

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FAQs sobre la noche de las vacas locas

No todos los bebés expresan esta fase con la misma intensidad, pero es un patrón muy común. Algunos lo viven con llanto persistente, otros solo con más demanda de pecho y menos sueño. Incluso en partos distintos, una misma madre puede notar diferencias. La clave está en observar, acompañar y no comparar. Si no ocurre, no hay problema; y si ocurre, entenderlo ayuda a manejarlo mejor.

Sí, en algunos casos la crisis no ocurre exactamente en la segunda noche. Puede adelantarse unas horas o aparecer entre el tercer y cuarto día, sobre todo si el parto fue muy largo o hubo separación madre-bebé tras el nacimiento. Lo importante es reconocer el patrón de alta demanda nocturna y comprender que su objetivo sigue siendo estimular la lactancia y reforzar el vínculo.

Un bebé muy dormido durante la segunda noche también puede estar dentro de la normalidad, pero es importante asegurarse de que haga tomas frecuentes (al menos 8 en 24 horas). En estos casos, puede ser necesario despertarlo suavemente para ofrecerle el pecho y garantizar que la estimulación sea suficiente. Si hay dudas, conviene consultar con una matrona o profesional especializado en lactancia.

El fenómeno está íntimamente ligado a la lactancia materna porque responde a la necesidad biológica de activar la producción de leche. Sin embargo, algunos bebés alimentados con fórmula también muestran irritabilidad o necesidad de contacto en esa segunda noche. La diferencia es que en esos casos no estimulan el pecho, por lo que el llanto puede deberse más a adaptación al entorno que a un estímulo hormonal.

El entorno puede marcar la diferencia. La pareja puede ofrecer agua, comida, sostén emocional y validación. A veces basta con recordar que todo es normal. También puede encargarse de pequeñas cosas prácticas para que la madre no se distraiga del contacto piel con piel y el descanso. El apoyo silencioso y constante da mucha más fuerza que cualquier consejo no solicitado.

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