La edad de las preguntas

  • 8 de Febrero del 2017
  • 3 min de lectura

En torno a los 3 años comienza la “edad de las preguntas”, es decir, una época en la que los niños quieren saciar su curiosidad para lo cual no pararán de hacerte preguntas y más preguntas. Incluso aunque les respondas, pueden seguir preguntándote, lo cual, probablemente, acabará con tu paciencia.

¿Y por qué? ¿Y por qué?

Con 3 años tu hijo ya tiene un lenguaje y un vocabulario bastante amplio. Ahora, llega el momento de utilizarlo y, a esta edad, lo hará preguntándote constantemente el porqué de todas las cosas.

Su curiosidad es infinita. Todo le parece asombroso y novedoso y necesita conocer hasta el último detalle de todo aquello que observa: por qué llueve, por qué hay olas, por qué hay que ir a trabajar… Cualquier actividad u objeto le puede llevar a hacer este tipo de preguntas.

Los niños, además, necesitan ordenar su mundo. Para ellos todo tiene que tener un motivo que necesitan conocer, y su fuente más cercana y fiable son sus padres, por eso se pasarán el día preguntándote por todo.

Asimismo, el ser capaz de hablar con otras personas y de hacerles llegar sus inquietudes por medio del lenguaje también es nuevo para él, por lo que quiere “probar” esa nueva herramienta y se pasará el día hablando, muchas veces sin esperar respuesta.

¡Paciencia!

Los niños tienen la capacidad de encadenar una pregunta tras otra y no cansarse. Al principio intentarás contestar de buena gana a todas pero, llegará un momento, cuando te haya preguntado mil veces por lo mismo, que ya no sabrás qué decirle y acabarás gritándole que se vaya a jugar y pare ya. Esto, aunque comprensible, no es nada productivo. Debes intentar ser paciente con él y responder siempre a todas sus preguntas ya que es básico para fortalecer la confianza y la comunicación con tu hijo.

- No te obsesiones con buscar la respuesta perfecta o la más científica, debes responderle con un lenguaje apropiado para su edad y dándole una explicación básica que pueda entender.

- Lo importante no siempre es qué respondes, sino que respondas, que el niño entienda que sus preguntas tienen respuesta para que siga haciéndoselas de mayor y cuestionando las cosas.

- Aprovecha sus preguntas para enseñarle nuevo vocabulario.

- Si alguna vez estás muy ocupado y no puedes hacerle caso, explícaselo claramente. “Mamá ahora no puede responderte, pero en cuanto pueda, te busco y seguimos hablando”. Lo importante es dejar abierta la vía de comunicación.

- Si no sabes una respuesta, buscadla juntos en la enciclopedia o Internet.

- Muchas veces los niños siguen preguntando por que no estamos respondiendo a lo que ellos quieren; asegúrate de entender lo que te pregunta y de contestar solo a eso, sin divagar.

 

Fuente: Coleman, Paul (2001), ¿Cómo decirlo? A los niños, México, Prentice Hall.

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