Prevenir ictus: síntomas y factores de riesgo modificables

  • 26 de Septiembre del 2022
  • 6 min de lectura

Muchas personas saben que actuar con rapidez cuando se produce un ictus es clave, tanto para sobrevivir al accidente cerebrovascular como para reducir la posibilidad de sufrir secuelas muy graves y tener más probabilidades de recuperación.

Pero, ¿y si hablamos de prevenir? Ictus es sinónimo de inminente para muchos, y en cierta manera lo es, pues los síntomas aparecen de forma súbita y no siempre nos regalan suficiente tiempo para actuar con rapidez. 

Sin embargo, eso no significa que no se pueda prevenir que se produzca un derrame o infarto cerebral. De hecho, tenemos toda una vida y múltiples frentes en los que protegernos para reducir al mínimo las probabilidades de sufrir un ictus.

Te lo contamos a continuación.

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¿Qué es un ictus?

El ictus es una patología cerebrovascular que se produce debido a un trastorno brusco de la circulación cerebral y provoca una alteración funcional de alguna zona del cerebro. Es decir, que cuando se produce da lugar a una lesión a nivel cerebral

Se trata de un problema de salud que se presenta de forma súbita e inesperada y que suele afectar a personas mayores, aunque los ictus también pueden ocurrir en jóvenes.

Otros términos utilizados como sinónimos para referirse al ictus son las denominaciones accidente cerebrovascular, infarto cerebral, apoplejía o derrame cerebral, entre otros.

¿Cuáles son los síntomas de un ictus?

Actuar con rapidez cuando se produce un ictus es clave para un tratamiento exitoso y un mejor pronóstico.

Por ello, es conveniente conocer los primeros síntomas indicativos de ictus, que son:

  • Pérdida repentina de fuerza en la cara, un brazo y/o en la pierna de un lado del cuerpo.
  • Alteración súbita de la sensibilidad.
  • Sensación de hormigueo o acorchamiento en la cara, el brazo o la pierna de un lado del cuerpo.
  • Pérdida repentina de visión, total o parcial en un ojo o en ambos.
  • Alteración del habla que se manifiesta de repente, con dificultad para expresar lo que se quiere decir y que otros lo entiendan.
  • Dolor intenso y repentino de cabeza.
  • Vértigo o sensación de desequilibrio.

Ante la aparición de señales de un posible ictus es fundamental acudir al hospital más próximo o llamar inmediatamente a urgencias, incluso si los síntomas parecen desaparecer a los pocos minutos de manifestarse

Por qué se producen y qué tipos de ictus hay

Aunque en la población general se habla del ictus como si se tratase de una única entidad, en realidad pueden producirse por distintas causas y desarrollarse de formas diferentes.

Un ictus puede producirse por:

  • Por una reducción importante del flujo sanguíneo en alguna zona del cerebro.
  • Debido a una hemorragia ocasionada por la rotura de un vaso sanguíneo en el cerebro.

En función de esto se distinguen las siguientes formas de ictus:

prevenir ictus

Ictus isquémico o infarto cerebral

Los ictus isquémicos o infartos cerebrales constituyen el 85% de los ictus, por lo que es la forma más frecuente de esta patología. 

En este caso, el flujo sanguíneo se ve comprometido por la oclusión de un vaso, lo que da lugar a una falta de oxígeno y nutrientes que termina ocasionando una lesión por isquemia cerebral. 

Si el taponamiento o restricción del flujo sanguíneo se mantiene en el tiempo se produce un infarto cerebraly la muerte celular en el tejido afectado, una situación irreversible.

Dentro de los ictus isquémicos se diferencian tres clases de accidentes cerebrovasculares:

  • Ictus trombóticos o trombosis cerebral, son aquellos en los que la isquemia se produce por un coágulo sanguíneo o trombo que se forma en una arteria importante y bloquea el flujo de sangre a alguna zona del cerebro. El trombo se produce en el mismo vaso que se obstruye.
  • Ictus embólico o embolia cerebral, una forma de ictus isquémico que también se origina por un coágulo de sangre, pero en este caso se ha formado lejos del lugar en el que se produce la obstrucción (en este caso el cerebro). Por lo general este tipo de coágulos se producen en el corazón. 
  • Ictus hemodinámico, es el tipo de ictus menos frecuente y se produce por una disminución en la presión sanguínea que da lugar a un déficit del aporte de sangre al cerebro. Esa pérdida de presión ocurre en situaciones como una parada cardíaca, por ejemplo.

Ictus hemorrágico o derrame cerebral

Los ictus hemorrágicos son menos frecuentes que los isquémicos, pero presentan una mortalidad significativamente mayor

Sin embargo, las personas que sobreviven a este tipo de ictus suelen tener secuelas menos graves a medio plazo. 

El ictus hemorrágico o derrame cerebral se puede producir como consecuencia de un traumatismo, una subida brusca de tensión arterial o malformaciones congénitas en algún vaso sanguíneo, por ejemplo.

Además, se pueden diferenciar dos tipos de ictus hemorrágicos en función de las características de la hemorragia:

  • Hemorragia intracerebral: es la forma de ictus hemorrágico más frecuente. En estos casos se produce la rotura de una arteria cerebral profunda y la sangre liberada invade el tejido cerebral circundante, presionándolo y dañándolo. 

La gravedad de estos ictus radica en que no solo se produce un daño localizado sino que, debido al aumento de presión intracraneal que tiene lugar, se ve afectado todo el encéfalo.

  • Hemorragia subaracnoidea: este tipo de ictus, por lo general, se debe a la rotura de un aneurisma arterial. Se caracteriza y diferencia del anterior en que la hemorragia se encuentra localizada entre la zona superficial del cerebro y la parte interior del cráneo.
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Prevenir ictus: ¿realidad o ficción?

Puesto que un ictus se presenta de manera súbita e inesperada, puede parecer que es una desgracia imprevisible, pero lo cierto es que en la mayor parte de los casos no es así.

En realidad se trata de una patología que, en muchas ocasiones, se produce como resultado de la acumulación de daños producidos por hábitos poco saludables

Por tanto, la mejor forma de prevenir un ictus es empezando por adoptar un estilo de vida saludable y atajar los factores de riesgo modificables (aquellos en los que podemos intervenir). 

Algunas medidas para reducir y prevenir el riesgo de sufrir un ictus son:

  • Mantener un peso saludable.
  • Abandonar el tabaquismo (es uno de los factores de riesgo más importantes. Dejar de fumar disminuye el riesgo de sufrir un ictus en 1,5 veces como mínimo).
  • Moderar el consumo de alcohol o, mejor aún, dejarlo.
  • Llevar una dieta sana y equilibrada.
  • Realizar ejercicio físico con regularidad.
  • Moderar el consumo de azúcar.
  • Evitar el estrés.
  • Tratar precoz y adecuadamente los posibles factores de riesgo vascular que se padezcan: tensión arterial elevada, colesterol alto, arritmias u otras patologías cardíacas y diabetes.
  • Otras patologías que constituyen un factor de riesgo y, por tanto, conviene abordar con nuestro médico son el síndrome metabólico y la apnea del sueño.

El ictus es una patología que puede tener consecuencias muy graves e irreversibles para la salud, pudiendo incluso provocar la muerte.

Por ello, debemos poner todo de nuestra parte y hacer todo lo que esté en nuestra mano para prevenir el ictus minimizando los factores de riesgo modificables.

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Referencias

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